El organismo científico que asesora a la Comisión Europea afirma que la biomasa de la pesquería de la sardina es muy escasa y peligra la reproducción de la especie. Las restricciones a su pesca y las medidas aplicadas desde 2012 no han dado resultados. El consejo recomienda a la Comisión una «cuota cero» durante 2018. También sugiere que, según los datos en poder de los científicos desde 1993 a 2015, para compatibilizar en el futuro la supervivencia de la sardina y su pesca pueden ser necesarios 15 años de veda antes de que la especie se recupere.
¿El motivo? Todos los años se realizan dos análisis de huevas para evaluar la situación de la pesquería. Los resultados de marzo de este año eran similares a los del 2016, pero en octubre arrojaron un descenso que los científicos consideran muy preocupante, y de ahí su recomendación de cerrar la pesquería.
La sardina atlántica no está sometida al régimen de Total Admisible de Capturas (TAC) que la Unión Europea negocia todos los años para las principales especies del Atlántico. Sus topes de pesca son acordados entre España y Portugal, pero ambos países están obligados a cumplir la Política Pesquera Común.
Para España y Portugal la recomendación del Consejo Internacional para la Exploración del Mar es un mazazo. Sus estudios no son vinculantes para la Unión Europea, pero el Consejo de Europa suele seguir sus recomendaciones.
El portavoz de Pesca de la Comisión Europea, Enrico Brivio, ya ha declarado esta semana que Bruselas no descarta la veda en vista del mal estado de la pesquería debido a la sobreexplotación. «Los informes nos alertan del posible agotamiento de las reservas de sardina en los mares», asegura.
Aunque matizó: «Bruselas no prohíbe pescar sardinas sino que asesora a los países basándose en criterios científicos independientes», en referencia a las decisiones que España y Portugal deben tomar en los próximos meses para la gestión de la especie.
La flota no contempla en absoluto el cierre de la pesquería el año que viene, la misma línea que defienden los gobiernos de España y Portugal
Portugal -cuya capital, Lisboa, tiene como símbolo la sardina- afirma que la especie «es un recurso de interés estratégico para la pesca nacional» y que su sostenibilidad ambiental repercute de manera económica y social en comunidades pesqueras, en la industria conservera y comercio de pescado, en las exportaciones del sector, en la gastronomía y en el turismo.
En España, por su parte, existen más de 350 cerqueros activos, de los cuales 83 corresponden a Andalucía y 148 a Galicia, que son los que capturan la mayoría de la sardina ibérica. En algunos casos, la pesca de la sardina supone para algunas flotas el 43 por ciento de sus ingresos. Y la dependencia del sector conservero de la pesca de la sardina es grande.
Sin embargo, en otras zonas del Cantábrico, más al Este, la situación es distinta. 57 barcos de cerco pertenecientes a la federación de cofradías de Gipuzkoa y Bizkaia, en Euskadi, y a la cofradía de San Martín de Laredo, en Cantabria, capturan las sardinas en la costa francesa del Golfo de Vizcaya. Esta población goza de buena salud, por lo que barcos de cerco consiguieron a principios de año la certificación MSC de pesca sostenible.
Cofradías gallegas, asturianas, cántabras y vascas, reunidas en Burela (Lugo) la semana pasada, reclamarán a la Comisión Europea un cupo de sardina de entre 15.000 y 13.500 toneladas para 2018. No contemplan en absoluto el cierre de la pesquería el año que viene, la misma línea que defienden los gobiernos de España y Portugal.
Ambos países apuestan por una reducción del total de capturas respecto a 2017, lo que permitirá, según sus cálculos, una recuperación del 5% de la biomasa. Además, activarán una serie de medidas para garantizar la sostenibilidad del stock de sardina ibérica.
El sector pesquero habla de factores ambientales y biológicos que también afectan a las sardinas, aunque reconoce que el factor humano es el único sobre el que se puede actuar
ONG ambientales de la Península Ibérica expresan su preocupación ante el estado de la sardina ibérica y exigen respeto a los consejos científicos. Recuerdan que «es urgente la elaboración de un plan de recuperación que en muchas ocasiones incluye medidas extremas, so pena de perpetuar la sobrepesca. No podrá haber una explotación sostenible de recursos sin tener en cuenta el consejo científico. Es fundamental recordar también que lo que se pretende no es responsabilizar al sector de la pesca, sino redireccionar el esfuerzo de pesca para que se permita la recuperación».
En otras palabras, como en muchas otras pesquerías, la sardina ha sido explotada hasta casi alcanzar la capacidad de la especie para reponerse. Hace treinta años, por ejemplo, las capturas de sardina llegaban a las 200.000 toneladas al año. Recordemos que la anchoa fue llevada al límite de su capacidad de supervivencia, y solo una veda entre 2005 y 2009 consiguió recuperar la especie, que hoy goza de buena salud.
El sector pesquero no comparte el diagnóstico y asegura que en el 2017 hay «más pescado» en el mar. Califica los datos de los últimos análisis como puntuales. Afirman que existen otros factores ambientales (contaminación, temperatura del agua) y biológicos (depredadores, por ejemplo) que afectan a las sardinas, especie de la que se sabe poco, aunque reconocen que el factor humano es el único sobre el que se puede actuar.
El Gobierno portugués, que realiza tres campañas de investigación por año para aumentar el conocimiento de la especie, asegura: «El stock de la sardina presenta fluctuaciones en parte debido a factores ambientales externos a la pesca, siendo indispensable aumentar la investigación y el conocimiento».
Un último dato. Las sardinas no solo acaban en muestras mesas. Miles de kilos se utilizan como carnada para otras especies de mayor valor comercial, como el congrio, y toneladas de sardinas acaban convertidas en aceites medicinales o industriales, en harina o en alimento para los atunes de piscifactoría.